Quisiera exponer en el siguiente artículo las mejoras en las que estamos inmersos actualmente. Unas mejoras encaminadas a desarrollar convenientemente la evaluación formativa en contraposición a la calificación aislada realizada con el único fin de poner una nota sin emitir juicios de valor que informen sobre la progresión del alumnado. Todo lo expuesto a continuación se basa en las informaciones, instrumentos, acuerdos…del equipo de directores de Mairena del Alcor e Inspector de la zona D. Ángel Olid.
Todo se inicia con la autoevaluación llevada a cabo el pasado curso y dando como resultado que el punto a mejorar era la evaluación, entendida como proceso continuo que permite la mejora tanto del profesorado como del alumnado.
En el informe McKinsey (2008) se explica cómo la mejora de la enseñanza es condición necesaria (acompañada de otras) para la mejora de los resultados; y en el Talis (2009) que se puede conseguir la mejora de la enseñanza y del sistema mediante la (auto)evaluación de la práctica docente. Entendemos que no hay aprendizaje si la práctica no se contrasta con una autoevaluación que produzca modificaciones tendentes a la mejora de la planificación.
Para tal autoevaluación de la práctica docente utilizamos el modelo que plantea Francisco Díaz Álvarez (Modelo para autoevaluar la práctica docente. Editorial Praxis. Grupo Wolters Kluwer. 2007). Este modelo, de planteamientos constructivistas, describe las buenas prácticas docentes mediante 7 dimensiones y 29 componentes. Y en cada componente una rúbrica con 4 niveles de creciente calidad.
De esta forma, obtenemos como principal punto a mejorar la evaluación educativa. Una evaluación tomada como proceso de recogida y análisis, la emisión de juicios sobre ella y la toma de decisiones de carácter social o pedagógico de acuerdo a dicho juicio. Todo proceso debe generar información y orientación para la mejora del aprendizaje y enseñanza. Es en este punto en el que nos centramos para nuestra mejora: una evaluación de carácter pedagógico o formativa (evaluación para el aprendizaje) en contraposición de una evaluación de carácter social o sumativa (evaluación del aprendizaje).
Por lo tanto, es nuestro objetivo, fomentar la evaluación para el aprendizaje (formativa y formadora). Esta evaluación se puede caracterizar en:
En este sentido, se aconseja el documento sobre evaluación formativa de Pedro Morales (Ser profesor: una mirada al alumno. 2ª edición. Guatemala: Universidad Rafael Landívar, 33-90).
En una etapa como la Primaria creemos que la evaluación para el aprendizaje debe ocupar prácticamente el 80%, quedando el resto para la sumativa (la que comúnmente conocemos como calificación). Todo ello cobrará sentido tomando el currículum oficial como referencia y distinguiendo entre lo irrenunciable (lo imprescindible, lo básico) de lo deseable, como desarrolla César Coll en Lo básico en la educación básica (Conferencia magistral presentada en el 2º Encuentro Internacional de Educación Preescolar)
Pero, ¿Cómo se enfoca el trabajo diario en este sentido?
En un primer nivel planteamos las siguientes ideas clave:
Entramos en un segundo nivel más concreto que nos llevará a conseguir ÉXITO ESCOLAR. Por “éxito escolar” entendemos el análisis de los resultados de la evaluación para atender a los que tienen menores resultados e intentar mejorar ofreciendo informaciones, planteando nuevos objetivos, priorizando, rediseñando…replanteamos el currículum adaptando la metodología y la evaluación. Cada alumno/a que entra en el centro debe progresar en el desarrollo de sus competencias. Así, “éxito” será todo progreso que experimente un alumno/a según su nivel de partida; en ningún momento se ha hablado de “notas”. De este nivel podemos plantear como ideas clave:
Como conclusión me remito a las orientaciones de D. Ángel Olid, inspector de educación, y en las que se podría decir que el objetivo no es “auditar” aprendizajes, sino ser un instrumento de ayuda que permita orientar en vez de calificar; siendo el papel del profesorado facilitador de aprendizajes y que proporcione al alumno/a herramientas para que también aprendan por ellos mismos. La evaluación formativa tiene como objetivo incrementar aprendizajes de los que “van bien” y de los que tienen dificultades, ya que poner una calificación suspensa aislada de juicio y toma de decisiones no resuelve el problema sino que lo pospone a un momento posterior. En otra publicación explicaré como nos hemos convencido de ello mediante un simple ejercicio sobre la calificación.
Todo se inicia con la autoevaluación llevada a cabo el pasado curso y dando como resultado que el punto a mejorar era la evaluación, entendida como proceso continuo que permite la mejora tanto del profesorado como del alumnado.
En el informe McKinsey (2008) se explica cómo la mejora de la enseñanza es condición necesaria (acompañada de otras) para la mejora de los resultados; y en el Talis (2009) que se puede conseguir la mejora de la enseñanza y del sistema mediante la (auto)evaluación de la práctica docente. Entendemos que no hay aprendizaje si la práctica no se contrasta con una autoevaluación que produzca modificaciones tendentes a la mejora de la planificación.
Para tal autoevaluación de la práctica docente utilizamos el modelo que plantea Francisco Díaz Álvarez (Modelo para autoevaluar la práctica docente. Editorial Praxis. Grupo Wolters Kluwer. 2007). Este modelo, de planteamientos constructivistas, describe las buenas prácticas docentes mediante 7 dimensiones y 29 componentes. Y en cada componente una rúbrica con 4 niveles de creciente calidad.
De esta forma, obtenemos como principal punto a mejorar la evaluación educativa. Una evaluación tomada como proceso de recogida y análisis, la emisión de juicios sobre ella y la toma de decisiones de carácter social o pedagógico de acuerdo a dicho juicio. Todo proceso debe generar información y orientación para la mejora del aprendizaje y enseñanza. Es en este punto en el que nos centramos para nuestra mejora: una evaluación de carácter pedagógico o formativa (evaluación para el aprendizaje) en contraposición de una evaluación de carácter social o sumativa (evaluación del aprendizaje).
Por lo tanto, es nuestro objetivo, fomentar la evaluación para el aprendizaje (formativa y formadora). Esta evaluación se puede caracterizar en:
- Parte intrínseca de la enseñanza y aprendizaje (no un apéndice posterior).
- Requiere que el profesor/a comparta con el alumnado los objetivos que se pretenden desarrollar y los criterios de evaluación que se van a aplicar.
- Ayuda al estudiante a saber qué debe lograr y cuál es el camino.
- Involucra al alumnado en su propia evaluación y proporciona retroalimentación para saber en qué deben mejorar y en qué punto están.
- Asume que cada alumno/a es capaz de mejorar en su desempeño.
- Involucra tanto a docentes como a alumnos/as en el análisis y reflexión sobre los datos arrojados por la evaluación.
En este sentido, se aconseja el documento sobre evaluación formativa de Pedro Morales (Ser profesor: una mirada al alumno. 2ª edición. Guatemala: Universidad Rafael Landívar, 33-90).
En una etapa como la Primaria creemos que la evaluación para el aprendizaje debe ocupar prácticamente el 80%, quedando el resto para la sumativa (la que comúnmente conocemos como calificación). Todo ello cobrará sentido tomando el currículum oficial como referencia y distinguiendo entre lo irrenunciable (lo imprescindible, lo básico) de lo deseable, como desarrolla César Coll en Lo básico en la educación básica (Conferencia magistral presentada en el 2º Encuentro Internacional de Educación Preescolar)
Pero, ¿Cómo se enfoca el trabajo diario en este sentido?
En un primer nivel planteamos las siguientes ideas clave:
- La referencia en las programaciones no deben ser los contenidos sino los objetivos.
- La metodología del día a día debe tener en cuenta la evaluación formativa. El alumno/a debe ser capaz de aprender de manera autónoma.
- Se evalúan competencias, no contenidos.
Entramos en un segundo nivel más concreto que nos llevará a conseguir ÉXITO ESCOLAR. Por “éxito escolar” entendemos el análisis de los resultados de la evaluación para atender a los que tienen menores resultados e intentar mejorar ofreciendo informaciones, planteando nuevos objetivos, priorizando, rediseñando…replanteamos el currículum adaptando la metodología y la evaluación. Cada alumno/a que entra en el centro debe progresar en el desarrollo de sus competencias. Así, “éxito” será todo progreso que experimente un alumno/a según su nivel de partida; en ningún momento se ha hablado de “notas”. De este nivel podemos plantear como ideas clave:
- No evaluar para determinar niveles sin información (Éxito es igual a avance que experimente el niño/a)
- Fomentar la autoevaluación y coevaluación (relacionado con autonomía en el aprendizaje y con aprender a aprender)
- Utilizar rúbricas al evaluar, ya que ayudan a dar información de cómo progresar.
- El alumnado debe saber qué se le va a evaluar y cuáles son los objetivos comunes y particulares.
- En los “controles” o “exámenes” hay que indicar a los alumnos/as en qué mejorar. Deben ser instrumentos de evaluación formativa, no sumativa.
- Transmitir la idea de “estudiar porque lo necesito y lo voy a utilizar” (no el “estudiar por si acaso”, “por si esto cae”).
Como conclusión me remito a las orientaciones de D. Ángel Olid, inspector de educación, y en las que se podría decir que el objetivo no es “auditar” aprendizajes, sino ser un instrumento de ayuda que permita orientar en vez de calificar; siendo el papel del profesorado facilitador de aprendizajes y que proporcione al alumno/a herramientas para que también aprendan por ellos mismos. La evaluación formativa tiene como objetivo incrementar aprendizajes de los que “van bien” y de los que tienen dificultades, ya que poner una calificación suspensa aislada de juicio y toma de decisiones no resuelve el problema sino que lo pospone a un momento posterior. En otra publicación explicaré como nos hemos convencido de ello mediante un simple ejercicio sobre la calificación.