Es frecuente ver cómo un niño,
tras haber estudiado, le dice al padre o a la madre: “Pregúntame”. Los padres, cogen el libro y comprueban si el niño les
dice (tal y como allí lo pone) qué es un animal vertebrado, cuál es la
definición de oración, qué es la propiedad distributiva, qué son palabras
parónimas…etc.
Con ello, quizás, no se esté
comprobando si se lo saben o no. Lo que de manera objetiva se está comprobando es si lo repiten
memorísticamente. Esto tiene un riesgo: si se repite tal cual lo pone el libro
puede ser que sólo parezca que se lo sabe, no hay retroalimentación. Lo
reproduce de manera exacta pero no sabemos si lo entiende, si lo sabe aplicar,
si lo podría decir con otras palabras, si hay palabras que no comprenda…etc.
Pongamos que lo repite tal cual
sin ningún error. Si al día siguiente es cuando le preguntan, lo “suelta” y
perfecto (si la memoria a corto plazo funciona): una buena nota y a otra cosa
(pero, ¿lo ha aprendido?).
Ahora pongamos que al día
siguiente no se lo preguntan. Si la repetición memorística la ha hecho sin
entender, probablemente el día que le pregunten cambie palabras o suprima
algunas, con lo que no tendrá sentido lo que responde (y tampoco se ha dado
cuenta de ello, que es lo grave). Más todavía; ¿y si en clase se pregunta “con
otras palabras” o se fomenta que apliquen lo aprendido produciendo más que
reproduciendo?
Tenemos con todo esto dos
situaciones a resolver: una el estudio en casa (ya tratado aquí) y otra sobre qué
pedimos desde el colegio (también tratado en diferentes artículos sobre
evaluación y competencias). Si fomentamos la reproducción, la memoria
semántica, el alumno se prepara para ello y en casa también.
Está bien que sepan explicar,
definir…etc. pero siempre sabiendo qué dicen. Para ello habría que seleccionar
la información, organizarla, razonarla…etc. para ser capaz de explicarla y, por
lo tanto, saber cuándo aplicarla. En clase tenemos que promover técnicas de
estudio, de razonamiento, de autorregulación... sin pensar que eso es perder el
tiempo. Y en casa habría que trabajar de igual forma sin miedo a que el no
llevar algo por no entenderlo es sinónimo de mala nota; hay que enseñar a los
padres a cómo deben trabajar desde casa.
Recogido de “La magia de escribir” (José Antonio Marina y Marina de Válgoma,
2010) cito a algunos lingüistas importantes como Lázaro Carreter o Emilio
Alarcos cuando dicen que “Enseñar lengua
es enseñar a usar la lengua” (importante la dimensión práctica), o Castellá
explicando que “ninguna gramática es
adecuada para la enseñanza si se convierte en sí misma en centro del
aprendizaje”. Este pensamiento lo pone en práctica el periodista Álex Grijelmo cuando comenta
que ningún adolescente puede amar la lengua si lo que se promueve es que se
aprenda que “El complemento predicativo es un sintagma adjetivo que complementa
a los verbos predicativos y concuerda en género y número con el sintagma verbal”.
Siendo claro, diría que esto no sirve para nada si a la hora de escribir
(producir) no es capaz de hacerlo de forma coherente.
Como siempre, es una reflexión
con espíritu de mejora.