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miércoles, 30 de julio de 2025

¿TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR?

Todo tiempo pasado fue mejor” es una expresión que se usa con frecuencia, ¿Realmente es así?

La siguiente viñeta, de la que desconozco su autor, nos permite una interesante reflexión:

 

                                                                       Fig. 1: Autoría desconocida

A menudo idealizamos el pasado, creando una época dorada que, en realidad, nunca existió. Esta idealización podría no ser más que una  involuntaria manifestación de la dificultad para adaptarnos al presente por no entender los diferentes cambios que se produce en la sociedad actual (o por algún tipo de justificación). No nos referimos a la “nostalgia saludable”, que es un recordatorio de experiencias positivas, sino aquella nostalgia (¿involuntaria?) que supone una huida de un presente que no nos gusta o en el que no nos sentimos cómodos. Es en esta distinción donde la idea con la que iniciamos el artículo encuentra su fundamento: el problema no es recordar el pasado, sino idealizarlo y utilizarlo como una excusa para no enfrentarse al presente.

Debemos cimentar el presente como algo imprescindible para participar activamente en la construcción del futuro. El crecimiento profesional, personal y social, a menudo, exige entender y comprender los cambios sociales para seguir avanzando. Por ejemplo, en la escuela de hoy día se hace necesario formar al alumnado en razonamiento, utilización crítica de la información, dispositivos digitales… algo a lo que, como docentes, no podemos negarnos (o dejarnos de formar) argumentando la utilidad de una escuela anterior.

Los recuerdos positivos del pasado a menudo se idealizan, dándonos la impresión de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". No es que nuestra memoria nos engañe deliberadamente, sino que está “ayudándonos” a interpretar el presente y anticipar el futuro, incluso si eso implica embellecer un poco el pasado.

Basándonos en Ruiz Martín (1), la memoria no funciona como un archivo o una grabadora que almacena la información tal cual. En lugar de eso, cada vez que recordamos algo, lo que hacemos es una reconstrucción de la experiencia. Esta reconstrucción se ve influenciada por nuestro estado emocional actual, nuestras creencias, motivaciones o intereses y lo que sabemos en ese momento.

Esta función de "supervivencia" de la memoria, hace que priorice la información más significativa y descarte los detalles que considera irrelevantes. En este sentido, las emociones juegan un papel crucial en la formación y la evocación de los recuerdos. Los recuerdos asociados a emociones intensas ya sean positivas o negativas, tienden a ser más vívidos y a perdurar más en el tiempo. Sin embargo, al ser reconstruidos, pueden ser modificados. Los recuerdos positivos, por ejemplo, pueden ser "pulidos" con el tiempo, perdiendo las aristas negativas o las dificultades que los acompañaron en la realidad, y haciendo que ese pasado parezca mejor de lo que realmente fue. Siguiendo al citado autor, incluso la naturaleza reconstructiva de la memoria también explica por qué somos susceptibles a los falsos recuerdos. Cuando nuestra mente rellena los huecos de una experiencia, puede añadir detalles que nunca existieron o interpretar los eventos de una forma más favorable de lo que realmente fueron. Esto crea la sensación de que el pasado fue más idílico, que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Por todo ello, es esencial considerar el contexto al aplicar el aprendizaje con un determinado alumnado y entorno. El derecho del docente a no cambiar termina allí donde comienza el derecho del alumnado a tener el mejor docente posible, aquel que se recicla y adapta a cada contexto, a cada momento.

(1)

Ruiz Martín, H. (2019). Aprendiendo a aprender: Una aproximación científica a los procesos de aprendizaje y enseñanza. Paidós.

Ruiz Martín, H. (2020). ¿Cómo aprendemos?: Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza. Paidós.

Ruiz Martín, H. (2022). Los secretos de la memoria: Claves para entender y mejorar la capacidad de recordar. Paidós.

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